3 de agosto de 2014

Billete de diez pesos

Voy a la panadería que se encuentra frente al Paseo La Terminal. Entro y me dirijo hacia la vendedora que está detrás del mostrador y le pido diez pesos en churros y torneaditos dulces. Me mira y me pregunta si tengo cambio, y le contesto que no, que solo tengo esos diez pesos.

Comienza a armar el paquete con los panificados, y una vez que termina le alcanzo mi billete. Ella lo toma y sale del negocio en búsqueda del cambio. Cuando regresa, me entrega el pedido junto con tres papeles de diferentes formatos que yo debo firmar. Así lo hago.

Repentinamente comienza a soplar el viento de un modo violento. Se oscurece el cielo y se prenden las luces de las calles. Procedo a ponerme mi saco que estaba colgado en el respaldo de una silla, y luego la campera. Pongo las manos en los bolsillos, como es costumbre mía, y caigo en la cuenta de que ese abrigo no es mío. ¡Claro! ¡Yo no había llevado campera!

Un viento huracanado provoca que se corte la luz en la zona. Solo quedan encendidas las lámparas de emergencia del interior del local. El dueño de la panadería se enoja y reprende a los clientes que quedaron sitiados por el temporal, pues fueron ellos quienes con su energía negativa provocaron el inicio de la tormenta.